El nombre conseguido de los nombres: si yo, por ti, he creado un mundo para ti
dios, tú tenías seguro que venir a él,
y tú has venido a él, a mí seguro,
porque mi mundo todo era mi esperanza.
Yo he acumulado mi esperanza
en lengua, en nombre hablado, en nombre escrito;
a todo yo le había puesto nombre
y tú has tomado el puesto
de toda esta nombradía.
Ahora puedo yo detener ya mi movimiento,
como la llama se detiene en ascua roja
con resplandor de aire inflamando azul,
en el ascua de mi perpetuo estar y ser;
ahora yo soy ya mi mar paralizado,
el mar que yo decía, más no duro,
paralizado en olas de conciencia en luz
y vivas hacia arriba todas, hacia arriba.
Todos los nombres que yo puse
al universo que por ti me recreaba yo,
se me están convirtiendo en uno y en un dios.
El dios que es siempre y al fin,
el dios creado y recreado y recreado
por gracia y sin esfuerzo.
El Dios. El nombre conseguido de los nombres."
Juan Ramón Jiménez
Este poema no tiene
estructura métrica, ni rima. Son versos libres. El tema de este poema es la búsqueda de la perfección
poética. En el poema, Juan Ramón Jiménez afirma haber encontrado la perfección a la que él llama
Dios.
Primero habla de lo mucho que se ha esforzado el autor para conseguir
hacer la poesía perfecta. En la tercera estrofa, dice que ha llegado a esa
perfección y por tanto que ha cumplido el objectivo de su vida y en conseqüencia ya puede morir en
paz.
En la cuarta y quinta estrofa, habla otra vez de ese Dios de la poesía,
afirmando que lo ha creado y que gracias a ello su poesía es perfecta.
Para Juan Ramón Jiménez este Dios es una conciencia que se
plasma en la belleza de su poesía, mundo hecho de lengua. El “universo”
resultante de esa creación esta compuesto por el agua (mar), el aire (aire
inflamado) el fuego (llama) y la tierra.
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